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miércoles, 31 de julio de 2013

"El Proyecto Nacional - Mi testamento político" Juan Perón 2ª Parte: EL HOMBRE, LA FAMILIA, LA SOCIEDAD Y LA CULTURA

2 - EL HOMBRE, LA FAMILIA, LA SOCIEDAD Y LA        CULTURA 

El hombre argentino 

He afirmado repetidamente que el hombre es principio y fin de la comunidad organizada. Es por ello que nuestro propósito de constituir y consolidar una comunidad nacional no puede eludir una básica y primaria definición: ¿qué debemos pedirle a nuestro hombre argentino para realizar la irreemplazable tarea que le espera?; ¿sobre qué valores y principios asentará su existencia en orden a realizarse como ciudadano en un país grande y libre?
No tengo la inmodestia de intentar perfilar un arquetipo eterno e inmutable de argentino: sólo quiero aproximarme conmovido a algo de lo que todo hombre lleva de permanente como huellas secretas de la mano de Dios.
Nuestra filosofía justicialista ha insistido en los valores y principios permanentes como fundamento espiritual insoslayable. En esa medida admite que el hombre argentino debe encarnar caracteres que son comunes a todos los hombres que mantengan inconmovible su dignidad.
Requiere del hombre de nuestra tierra que debe integrar la esencia de cualquier hombre de bien: autenticidad, creatividad y responsabilidad. Pero sólo una existencia impregnada de espiritualidad en plena posesión de su conciencia moral puede asumir estos principios, que son el fundamento único de la más alta libertad humana, sin la cual el hombre pierde la condición de tal.
En un primer enfoque, podría parecer que si ser plenamente argentino consiste en la asunción de los principios universales mencionados, no hay diferencia entre lo que requiérese de nuestro hombre y lo que debería requerirse de un ciudadano de cualquier latitud del hombre. En tal sentido, el adjetivo "argentino" sería un rótulo prescindible. No faltarán quienes elaboren este argumento; serán los mismos que han sostenido, durante muchos años, que el argentino no existe como sujeto histórico autónomo, que no es más que una suerte de prolongación, agónica y desconcertada, del hombre europeo, o una híbrida fusión de múltiples fuentes.
Olvidarán lo más importante: el hombre no es un ser angélico y abstracto. En la constitución de su esencia está implícita su situación, su conexión con una tierra determinada, su inserción es un proceso histórico concreto. Ser argentino significa también esto: saber, o al menos intuir, que ser lúcido y activo habitante en una peculiar situación histórica, forma parte de la plena realización de su existencia. Es decir, habitante de su hogar, de la Argentina, su Patria. 
Por lo tanto, lo que realmente distingue al argentino del europeo o el africano es su radical correspondencia con una determinada situación geográfica, su íntimo compromiso moral con el destino de la tierra que lo alberga y su ineludible referencia a una historia específica que perfila lentamente la identidad del pueblo.
Su pertenencia a esta historia y no a otra, su habitar en esta situación y no en otra, su apertura a un destino irreductiblemente propio, hasta para que aquellos principios esenciales que todo hombre atesora se concreten en una manera única e irrepetible configurando la esencia del hombre argentino y conquistando para él un tiempo singular y definitivo en la historia del mundo.
Si en esto consiste la esencia de nuestro hombre, mi humilde pedido se reduce a solicitar a cada argentino que actualice en profundidad su adherencia a esta tierra, que recuerde que sobre su compromiso y su autenticidad brotarán las semillas de una Patria Justa, Libre y Soberana.  

"El Proyecto Nacional - Mi testamento político" Juan Perón 2ª Parte DESARROLLO

EL MODELO ARGENTINO 

1 - "La Comunidad organizada"  

En el Modelo Argentino, nuestra sociedad futura debe responder, con absoluta plenitud, al concepto de Comunidad Organizada.
Pero esta organización no puede entenderse  como la construcción de una máquina fría, rígidamente trabada, donde los mecanismos de poder nublen la conciencia del hombre y lo conviertan en un engranaje despojado y vencido.
El hombre es principio y fin de la Comunidad Organizada, por lo que no puede haber realización histórica que avasalle la libertad de su espíritu. No hay organización posible si el hombre es aniquilado por un aparato externo a su propia existencia.
La Comunidad Organizada no es, por lo tanto, una comunidad mecanizada donde la conciencia individual se diluye en una estructura que no puede más que sentir como ajena.
Pero tampoco estoy predicando un desencadenamiento del individualismo como modo de vida en el que la competencia feroz transforme al hombre en un lobo para sus semejantes. La solución ideal debe eludir ambos peligros: un colectivismo asfixiante y un individualismo deshumanizado.
Nuestra comunidad sólo puede realizarse en la medida en que se realicen cada uno de los ciudadanos que la integran.
Pero "integrar" significa para nosotros, "integrarse" y la condición elemental de la integración del ciudadano en la comunidad es que la sienta como propia, que viva en la convicción libre de que no hay diferencia entre sus principios individuales y los que alienta su Patria.
Esto sólo es posible si la comunidad defiende auténticamente los más altos intereses del espíritu humano. De lo contrario, el necesario equilibrio entre el hombre y la comunidad se destruye irreparablemente. El carácter de "organizada" de la comunidad que nuestro Modelo defiende, alude, simplemente, a ese equilibrio, a esa básica armonía que justifica y da sentido a la existencia.
Estoy convencido de que la comunidad organizada es el punto de partida de todo principio de formación y consolidación de las nacionalidades, no sólo en el presente sino también en el futuro.  
En nuestra Patria se han perdido - y se siguen perdiendo - muchas vidas procurando la organización nacional. A la luz de este hecho, resulta claro que hemos llegado a cierto grado de la organización del Estado, pero no hemos llegado a estructurar la comunidad organizada. Más aún, muchas veces los poderes vertidos en el Estado trabajaron para que no se organizase el pueblo en comunidad.
La comunidad debe ser conscientemente organizada. Los pueblos que carecen de organización pueden ser sometidos a cualquier tiranía. Se tiraniza lo inorgánico, pero es imposible tiranizar lo organizado. Además, como una vez expresé, la organización es lo único que va más allá del tiempo y triunfa sobre él.
Para organizar una comunidad se requiere la concurrencia de muchos factores.
En primer lugar, nada se edifica sin claridad de objetivos, sobre la base de una ideología común que reúna a tales hombres, que sientan de una misma manera, lo que se considera fundamental para el país. Sabemos que esto se concreta en una doctrina que abre un amplio espacio de coincidencia aceptado por la mayoría de la comunidad para ponerlo en práctica en su organización.
Es necesario, además, instaurar un inalienable principio de objetividad. Que la organización sea objetiva significa que todo fundamento de estructuración debe prescindir de abstracciones subjetivas, recordando que la realidad es la única verdad, y no puedo pensar otro criterio de objetividad que no sea la voluntad del pueblo como guardián de su propio destino.
Para que esto sea posible deberemos alcanzar un alto grado de conciencia social, que entiendo como la identificación por parte del hombre de sus derechos inviolables, sin enajenar la comprensión de sus deberes.
Por último, si tuviera que decidirme por un factor aglutinante, optaría por la solidaridad social, como fuerza poderosa de cohesión que sólo un pueblo maduro puede hacer germinar.
Estos factores colaboran para que la comunidad organizada constituya un verdadero sistema, en la medida que esté armónicamente estructurada en todos los niveles que la integran.
La asimilación de estos conceptos es muy importante porque si es cierto que la comunidad organizada configura en su misma naturaleza un sistema, deben esperarse de ella los mejores resultados posibles.
La organización de la comunidad implica una tarea ardua que requiere programación, participación del ciudadano, capacitación y sentido de sistema para su orden y funcionamiento.
Considero imperioso reafirmar que la organización de la comunidad -al igual que todas las organizaciones- debe estar en manos de quienes posean, a través de su acción y experiencia, innegable vocación de servicio público, aptitud de conducción, y capacidad concreta para el estudio de las cuestiones relativas al desarrollo social del país.
Tales ciudadanos deben representar solamente intereses legítimos y aspiraciones justas, actuando, por otra parte, con absoluta y radical autenticidad. No debe olvidarse que las organizaciones sirven, en la práctica, básicamente, por la calidad de los dirigentes que tienen a su frente. Cuando la organización supera al hombre y lo subordina, toda la idea de la conducción, como arte de gobernar, desaparece por la debilidad de funcionamiento del sistema.
La comunidad organizada debe conformarse a través de una conducción centralizada en el nivel superior del gobierno, donde nadie discute otro derecho que el de sacrificarse por el pueblo; una ejecución descentralizada y un pueblo libremente organizado en la forma que resulte más conveniente a los fines perseguidos.
En síntesis, unidad de conducción, descentralización de ejecución, y una concepción que emane del sentir del pueblo, son las pautas básicas para la organización. La pluralidad del pensamiento y las críticas constructivas, configuran elementos esenciales de esa misma forma de organización y funcionamiento.
Cuando la comunidad argentina esté completamente organizada, será posible realizar lo que sigo interpretando como misión de todos los ciudadanos: hacer triunfar la fuerza del derecho y no el derecho de la fuerza.
Me parece indudable que sólo la libre decisión es indispensable cuando la áspera garra de la dependencia lo constriñe. De ahí que comunidad organizada significa, en última instancia, comunidad liberada.   

martes, 30 de julio de 2013

"El Proyecto Nacional - Mi testamento político" Juan Perón - 3 - LA EXIGENCIA DE UN MODELO

3 - LA EXIGENCIA DE UN MODELO

Cuando caractericé el Modelo Argentino y expuse sus objetivos principales, quedó claro que constituye una exigencia prospectiva que debe contribuir a consolidar  la Patria por la que todos bregamos.
Ahora es evidente, además, que la experiencia mundial y el proceso histórico argentino conducen, rectamente, a la misma necesidad. Volvemos entonces al comienzo de este trabajo añadiendo, al concepto de modelo y a sus objetivos, la clara conciencia de su inexorabilidad histórica.
A ello debemos agregar que, para elaborar con precisión un Modelo Argentino, es conveniente una evaluación orgánica de la situación presente, lo que resulta imposible sin una perspectiva histórica: la historia no es una acumulación de etapas inconexas sino un proceso generativo, dinámico y constante. 
De ahí que en modo alguno puede proponerse un modelo estático y cerrado para una Argentina en constante transformación. Nuestro Modelo Argentino debe presentar el dinamismo de todo lo que se vincula con el devenir de un Pueblo. Por esta razón, los argentinos debemos juzgar al Modelo Argentino como una propuesta abierta a sucesivas correcciones para estar en armonía con la fascinante vitalidad de la historia.
En síntesis, tenemos la responsabilidad histórica de definir el país que deseamos, con el propósito de abandonar las luchas internas que desgastan nuestra esperanza y nos desvían del camino por el que podemos y debemos transitar.
Nuestra Patria tiene todo lo necesario para que sus hijos sientan el gozo infinito de la vida. Dios nos ha brindado riquezas incalculables, sólo falta que asumamos la decisión irrevocable de realizar la empresa que nos aguarda.
Cada uno de mis conciudadanos, cada grupo social y político, que sienta el deber de contribuir a la grandeza del país, deberá formular sus sugerencias para que este Modelo sea cada vez más un ideal de vida nacional. 

lunes, 29 de julio de 2013

"El Proyecto Nacional - Mi testamento político" Juan Perón -EN EL AMBITO INSTITUCIONAL

AMBITO INSTITUCIONAL 

Las instituciones que aquí analizo son las jurídicas, es decir, las creadas por el Derecho.
El método de creación de las instituciones jurídicas  debe comenzar por establecer funciones. Para esto es necesario definir, en cada caso, cómo se cumplirán dichas funciones y cuáles serán las responsabilidades concretas a fijar. De esta forma, es posible caracterizar el marco jurídico en el cual tienen que funcionar. 
Pero este marco jurídico debe incluir no sólo la creación y función de los entes respectivos, sino también las relaciones entre los distintos entes y las naturaleza, características y forma de uso de los medios a utilizar.
Lamentablemente, no siempre se ha trabajado con tal forma de programación institucional. En su lugar, hemos encontrado numerosos ejemplos en sentido contrario. Es decir, que se dictó la ley primero, se crearon luego los entes, se les asignaron funciones y después, en la práctica, se verificó si las funciones asignadas estaban totalmente ajustadas a lo que se quería.
Este defecto metodológico tiene menor importancia en el Estado liberal, que confía principalmente en la acción privada.
Por eso, la forma juridicista de crear instituciones empezando por la ley, no es tan peligrosa para los designios de los conductores de ese Estado. 
En cambio, para nuestro país el problema es diferente. Necesitamos más gobierno y más eficiencia en el mismo, puesto que lo concebimos como un verdadero proveedor de servicios a la comunidad. Para ello tiene que programar funcionando, como un sistema de vasos comunicantes. En él debe eliminarse el despilfarro de recursos, porque cada recurso desperdiciado representa un servicio menos que se le presta al ciudadano y al país.
Por lo tanto, no podemos copiar el método juridicista que ha sido útil para el Estado liberal. 
El Estado liberal, mientras no tuvo necesidad de elevar al máximo la eficiencia del gobierno, pudo permitirse actuar con muchas instituciones formalmente establecidas y una burocracia adecuada a sus estatutos jurídicos, pero sus servicios al país no guardaron relación con las verdaderas relaciones sociales. 
También se ha visto una interesante evolución en el problema institucional.
En la época liberal, la intervención estatal ha sido naturalmente escasa, porque ello respondía a su propia filosofía. Cuando el Justicialismo comenzó a servir al país, nuestra concepción exigió un incremento de la intervención estatal. Junto a esto pusimos el peso que otorgaba la ley a la autoridad del Poder Ejecutivo. Este procedimiento fue criticado como "autoritarista".
Fue necesario adoptar dicha actitud, porque teníamos que forzarnos en la obtención de un justo medio que nos alejara de extremos indeseables. 
Luego, cuando se produjo la reacción liberal, el nivel de intervención estatal era elevado, precisamente por la naturaleza misma de los problemas que el Estado Argentino tenía que afrontar.
Como el gobierno liberal, que no comprendió ni escuchó las razones de ese crecimiento, se encargó de destruir la administración pública y realizó su labor golpeando muy especialmente a la intervención pública, ahora tenemos que reconstruir una administración pública adaptada a nuestras necesidades. Para ello, debemos hacer un serio esfuerzo para jerarquizar al funcionario público, restituyéndole la dignidad que el país le había reconocido.
Por supuesto no necesitamos saturarnos de funcionarios. Debemos tener sólo lo que nos haga falta, pero con el máximo nivel de capacidad y responsabilidad que corresponda a cada cargo.
Mi experiencia anterior me ha enseñado que la conducción gubernamental necesita de una administración pública vigorosa y creativa. De lo contrario, la labor de conducción no llega al ciudadano, por bien inspirada que esté. 
Por otra parte, constituir las instituciones primero y conferirle funciones después ha dado lugar al nacimiento de burocracias que, sin objetivos claros, concluyen siendo un fin en sí mismas y sirviendo sólo a su autoconservación.
Tales burocracias sirven exclusivamente para proponer lo que es visible para el gobierno de turno. Debemos procurar, precisamente, lo contrario: ajustar las estructuras de poder a lo que el país necesita.
Si no procedemos con esta mentalidad, será imposible introducir cambios de fondo, porque la eficiencia de la administración pública resulta limitada por las propias restricciones institucionales y porque esas burocracias han aprendido que duran más los que menos deciden.  

domingo, 28 de julio de 2013

"El Proyecto Nacional - Mi Testamento Político" Juan Perón - EN EL ÁMBITO ECOLÓGICO

EN EL ÁMBITO ECOLÓGICO

Ya el hombre a tomado conciencia de su capacidad para alterar el medio en que vive, como también del uso indebido del avance tecnológico respecto de dicho medio.
El tema no es nuevo. La concientización mundial si. 
Factores tanto como la polución, el sobrecultivo, la deforestación, la acumulación de desperdicios, entre otros, indica claramente el perjuicio que ocasionan a los seres vivos.
El ser humano, como simple eslabón del ciclo biológico, está condicionado por un determinismo geográfico y ecológico del cual no puede sustraerse. 
Estamos, pues, en un campo nuevo de la realidad nacional e internacional, en el que debemos comprender la necesidad - como individuos y como Nación - de superar estrechas miras egoístas y coordinar esfuerzos.
Hace casi 30 años, cuando aún no se había iniciado el proceso de descolonización contemporánea, anunciamos la Tercera Posición en defensa de la soberanía y autodeterminación de las pequeñas naciones, frente a los bloques en que si dividieron los vencedores de la Segunda Guerra Mundial.
Hoy, cuando aquéllas pequeñas naciones han crecido en número y constituyen el gigantesco y multitudinario Tercer Mundo, un riesgo mayor, que afecta a la humanidad, y pone en peligro su misma supervivencia, nos obliga a plantear la cuestión en nuevos términos, que van más allá de lo estrictamente político, que superan las divisiones partidarias e ideológicas, y entran en la esfera  de las relaciones de la humanidad con la naturaleza.
Creo que ha llegado la hora en que todos los pueblos y gobiernos del mundo cobren conciencia de la marcha suicida que la humanidad ha emprendido a través de la contaminación del medio ambiente y la bioesfera, la dilapidación de recursos naturales, el crecimiento sin freno de la población, y la sobreestimación de la tecnología y de la necesidad de invertir de inmediato la dirección de esa marcha, a través de una acción mancomunada internacional.
El ser humano no puede ser concebido aisladamente del medio ambiente que él mismo ha creado. Ya es una poderosa fuerza biológica, y si continúa destruyendo los recursos vitales que le brinda la tierra sólo puede esperar catástrofes nacionales para las próximas décadas.
La humanidad está cambiando las condiciones de vida con tal rapidez que no llega a adaptarse a las nuevas relaciones; va más rápido que su captación de la realidad y no ha llegado a comprender, entre otras cosas, que los recursos vitales para él y sus descendientes, derivan de la naturaleza y no de su poder mental. De este modo, a diario su vida se transforma en una interminable cadena de contradicciones.
En el último siglo ha saqueado continentes enteros y le han bastado un par de décadas para convertir a ríos y mares  en basurales, y al aire de las grandes ciudades en un gas tóxico y espeso. Inventó el automóvil para facilitar su traslado, pero ahora ha erigido una civilización del automóvil, que se asienta sobre un cúmulo de problemas de circulación, urbanización, seguridad y contaminación en las ciudades, y que agrava las consecuencias de su vida sedentaria.
Las mal llamadas "sociedades de consumo" son, en realidad, sistemas sociales de despilfarro masivo, basados en el gasto, porque el gasto produce lucro. Se despilfarra mediante la producción de bienes innecesarios o superfluos y, entre éstos, a los que deberían ser de consumo duradero, con toda intención se les asigna corta vida porque la renovación produce utilidades. Se gastan millones en inversiones para cambiar el aspecto de los artículos, pero no para reemplazar los bienes dañinos para la salud humana, y hasta se apela a nuevos procedimientos tóxicos para satisfacer la vanidad humana. Como ejemplo, bastan los automóviles actuales que debieran haber sido reemplazados por otros con motores eléctricos, o el tóxico plomo que se agrega a las naftas simplemente para aumentar el pique de los mismos.
No menos grave resulta el hecho de que los sistemas sociales de despilfarro de los países tecnológicamente más avanzados funcionan mdiante el consumo de ingentes recursos naturales aportados por el Tercer Mundo. De este modo el problema de las relaciones dentro de la humanidad es paradójicamente doble: algunas clases sociales - las de los países de baja tecnología en particular - sufren los efectos del hambre, el analfabetismo y las enfermedades, pero al mismo tiempo las clases sociales y los países que asientan su exceso de consumo en el sufrimiento de los primeros, tampoco están racionalmente alimentados, ni gozan de una auténtica cultura o de una vida espiritual o físicamente sana. Se debaten en medio de la ansiedad y del tedio y de los vicios que produce el ocio mal empleado.   
Lo peor es que, debido a la existencia de poderosos intereses creados o por la falsa creencia generalizada de que los recursos naturales vitales para el hombre son inagotables, este estado de cosas tiende a agravarse. Mientras un fantasma - el hambre - recorre el mundo devorando 55.000.000 de vidas humanas cada 20 meses, afectando hasta a países que ayer fueron graneros del mundo y amenazando expandirse de modo fulmíneo en las próximas décadas, en los centros de más alta tecnología se anuncia, entre otras maravillas, que pronto la ropa se cortará con rayos láser y que las amas de casa harán sus compras desde sus hogares por televisión y las pagarán mediante sistemas electrónicos. La separación dentro de la humanidad se está agudizando de modo tan visible que parece que estuviera constituida por más de una especie.
El ser humano, cegado por el espejismo de la tecnología, ha olvidado las verdades que están en la base de su existencia. Y así, mientras llega a la Luna gracias a la cibernética, la nueva metalurgia, combustibles poderosos, la electrónica y una serie de conocimientos fabulosos, mata el oxígeno que respira, el agua que bebe y el suelo que le da de comer, y eleva la temperatura permanente del medio ambiente sin medir sus consecuencias biológicas. Ya en el colmo de su insensatez, mata al mar. que podía servirle de última base de sustentación.
En el curso del último siglo el ser humano ha exterminado cerca de doscientas especies animales terrestres. Ahora ha pasado a extinguir especies marinas. Aparte de los efectos de la pesca excesiva, amplias zonas de los océanos, especialmente costeras, ya han sido convertidas en cementerios de peces y crustáceos, tanto por los desperdicios arrojados como por el petróleo involuntariamente derramado. Sólo el petróleo liberado por los buques cisterna hundidos ha matado en la última década cerca de 600.000 millones de peces. Sin embargo, seguimos arrojando al mar más deshechos que nunca, perforamos miles de pozos petrolíferos en el mar o sus costas y ampliamos al infinito el tonelaje de los petroleros sin tomar medidas de protección de la fauna y flora marina.
La creciente toxicidad del aire de las grandes ciudades es bien conocida, aunque muy poco se ha hecho para disminuirla. En cambio, todavía ni siquiera existe un conocimiento mundialmente difundido acerca del problema planteado por el despilfarro de agua dulce, tanto para el consumo humano como para la agricultura. La liquidación de aguas profundas ya ha convertido en desiertos extensas zonas del globo, y los ríos han pasado a ser gigantescos desagües cloacales más que fuentes de agua potable o vías de comunicación. Al mismo tiempo, la erosión provocada por el cultivo irracional o por la supresión de la vegetación natural se ha convertido en un problema mundial, y se pretende reemplazar con productos químicos el ciclo biológico del suelo, uno de los más complejos de la naturaleza. 
Para colmo, muchas fuentes naturales han sido contaminadas; las reservas de agua dulce están pésimamente repartidas por el planeta, y cuando nos quedaría como último recurso la desalinización del mar, nos enteramos que una empresa de este tipo, de dimensión universal, exigiría una infraestructura que la humanidad no está en condiciones de financiar y armar en este momento.
Por otra parte, a pesar de la llamada revolución verde, el Tercer Mundo todavía no ha alcanzado a producir la cantidad de alimentos que consume, y para llegar a su auto abastecimiento necesita un desarrollo industrial, reformas estructurales, y la vigencia de una justicia social que todavía está lejos de alcanzar. Para colmo, el desarrollo de la producción de alimentos sustitutivos está frenado por la insuficiencia financiera y las dificultades técnicas.
Por supuesto, todos estos desatinos culminan con una tan desenfrenada como irracional carrera armamentista, que le cuesta a la humanidad 200.000 millones de dólares anuales. 
A este complejo de problemas creados artificialmente se suma el crecimiento explosivo de la humanidad. El número de seres humanos que puebla el planeta se ha duplicado en el último siglo y volverá a duplicarse para fines del actual o comienzos del próximo, de continuar el mismo ritmo de crecimiento. De seguir por este camino, en el año 2500 cada ser humano dispondrá de un solo metro cuadrado sobre el planeta. Esta visión global está lejana en el tiempo, pero no difiere mucho de la que ya corresponde a las grandes urbes, y no debe olvidarse que dentro de veinte años más de la mitad de la humanidad vivirá en ciudades grandes y medianas. 
Es indudable, pues, que la humanidad necesita tener una política demográfica. Debe tenerse en cuenta que una política demográfica no produce los efectos deseados si no va acompañada por una política económica y social correspondiente. De todos modos, mantener el actual ritmo de crecimiento de la población humana, no es tan suicida como mantener el despilfarro de los recursos naturales de los centros altamente industrializados donde rige la economía de mercado o en aquéllos países que han copiado sus modelos de desarrollo. Lo que no debe aceptarse es que la política demográfica esté basada en la acción de píldoras que ponen en peligro la salud de quienes las toman o de sus descendientes. 
Si se observan en su conjunto los problemas que se nos plantean y que hemos enumerado comprobaremos que provienen tanto de la codicia y la imprevisión humana, como de las características de algunos sistemas sociales, del abuso de la tecnología, del desconocimiento de las relaciones biológicas y de la progresión natural del crecimiento de la población humana. Esta heterogeneidad de causas debe dar lugar a una homogeneidad de las respuestas, aunque en última instancia tengan como denominador común la utilización de la inteligencia humana. A la irracionalidad del suicidio colectivo debemos responder con la racionalidad del deseo de supervivencia.
Estos conceptos, que tienen su origen en torno a las reflexiones acerca del problema mundial de la ecología, son válidos también para nuestro país. Sin embargo, afortunadamente, tenemos una enorme ventaja. Nuestro extenso territorio con enormes reservas naturales, aún no explotadas, nos permite albergar la esperanza de salvarnos de muchos de los peligros mencionados a poco que evitemos cometer los mismos errores en que incurrieron las grandes naciones. 
De hecho, la solución no surgirá solamente de lo que realicemos en el  orden interno, sino que tendrá mucho que ver con lo que hagan los demás países en la materia. Es por esto que debemos insistir denodadamente ante el mundo para que se ponga freno a esta carrera que nos llevará inexorablemente a nuestra auto destrucción.  



martes, 23 de julio de 2013

"El Proyecto Nacional - Mi Testamento Político"- Juan Perón- EN EL ÁMBITO SOCIAL

 EN EL ÁMBITO SOCIAL 

En materia social, nuestro proceso ha sido muy significativo, y aporta experiencias de cambio realmente aleccionadores.
Veamos separadamente los distintos aspectos de esta cuestión: 
Características Socio-Demográficas Generales:
Las características socio-demográficas básicas de nuestro país son bien conocidas:

  • Escasa población, frente a una dilatada extensión
  • Tasas bajas de crecimiento vegetativo
  • Alta expectativa de vida
  • Concentración urbana con macrocefalía del área metropolitana.
  • Alta tasa de alfabetización, con elevada deserción escolar.
  • Ausencia de conflictos raciales o religiosos
  • Amplia difusión de los medios de comunicación masivos con limitaciones en cuanto a su calidad intrínseca.
  • Nivel elevado de salubridad pero con desigualdades regionales que se verifican en la tasa de mortalidad infantil, que aun es elevado, etc.
La movilidad social y los líderes : 
La Movilidad Social fue y sigue siendo alta en el país. El hijo del trabajador más modesto puede llegar a ser Presidente de la República.
No son muchas las sociedades que en el mundo ofrecen esta posibilidad.
Sin embargo, en la práctica se obstaculiza reiteradamente esta movilidad. Los líderes naturales encuentran un camino difícil; hay una maquinaria aplastante que cuesta mucho desmontar.
La supuesta igualdad de oportunidades ha sido determinada, en ciertas oportunidades, por la capacidad económica de la cual siguen dependiendo en gran medida las posibilidades de formación.
La misma forma de emerger de muchos líderes, no ha asegurado una alta calidad de liderazgo en todos los casos. Así se comprende que haya habido cierto "elitismo", en la medida en que el grupo tenía poder, oportunidad e influencia, se autoidentificaba como más apto, para imponer su voluntad a los demás. 
Por otra parte, durante casi dos decenios funcionaron mecanismos que coartaron la posibilidad de expresión de los líderes que se mantuvieron fieles a las concepciones doctrinarias existentes hasta 1955. En este terreno se echó mano a la discriminación directa. Por lo demás, el proceso montó sistemas de promoción que en grado apreciable dependieron de la adscripción ideológica de los líderes a las pautas políticas del ámbito liberal dominante por entonces.
En consecuencia, no puede asegurarse que todos los liderazgos hayan surgido de los dos requisitos fundamentales requeridos: vocación de servicio al país y capacidad. 
Para no caer en la trampa liberal, en el futuro deberá emprenderse con inteligencia y honestidad la formación de líderes, particularmente para que los líderes intermedios en los campos políticos y sociales completen su información y cultiven sus valores personales en forma metódica y sistemática.
El mismo mecanismo de promoción de líderes tiene que asentarse, en todos los cuerpos políticos y sociales, sobre una verticalidad institucionalizada que transporte la corriente de poder desde la base.
De este modo, el líder resulta ser verdadero conductor, con mandato real y capacidad probada por el Pueblo, del cual, además de representante, debe ser auténtico y permanente intérprete.
La Familia:   
Una de las experiencias más fecundas que surgen de nuestro proceso, es el hecho de que la sociedad argentina ha sabido preservar a la familia como célula social. Es claro que hay fisuras inevitables cuando los cambios son demasiado rápidos y es obvio que la dimensión de las fisuras pueden agrandarse en la medida en que el cambio se acelere o asuma una dirección equivocada.
En las sociedades altamente competitivas devoradas por el consumo, se debilitó el núcleo familiar y aparecieron ciertas desviaciones, de las cuales las drogas y el alcoholismo son dos manifestaciones lamentables.
Nuestra Patria todavía está a tiempo de preservar a la familia, ya que si bien no todos han conservado su integridad ante la agresión externa motivada por el sistema liberal, afortunadamente la mayor parte de ella ha conservado su contextura.

Medios de Comunicación Masivos y Promoción del Consumo: 
Los medios de comunicación masivos se incrementaron, pese a ser sometidos a restricciones selectivas que respondían a los intereses de las filosofías dominantes.
Así, dichos medios se convirtieron en vehículos para la penetración cultural.
El país debe establecer principios específicos y claros no sólo en lo referente al nivel de intercambio socio-cultural con el exterior, sino también respecto de cuáles han de ser las condiciones para salvaguardar la identidad cultural argentina.
Por otra parte, es interesante observar lo que sucede con las comunicaciones de los grupos postergados o aislados de la sociedad, como en la práctica aconteció con el Movimiento Justicialista durante casi 20 años. La respuesta no dejó lugar a dudas: cuando se observa una profunda fe en ideas y valores, la coerción interna no puede impedir que se desarrollen mecanismos informales de comunicación directa. Puede destruir los medios formales, pero no puede hacer lo mismo con aquéllos cuya energía de transmisiónnace del poder de la ideología del grupo.
La opinión pública del país está lo suficientemente preparada para criticar las informaciones que recibe. En algunos sectores sociales se pensó que esa opinión había sido confundida con información tendenciosa, pero no fue así. A pesar de que prácticamente los dos tercios de la opinión ciudadana soportó décadas de prédica destructiva, mantuvo una monolítica unidad de convicción.
No es posible "vender" ideas al Pueblo. Menos aún cuando, como en nuestro caso, se encuentra en él una incontenible sed de verdad.
En otro orden de cosas, se ha buscado promover actitudes profundamente negativas, incrementando artificialmente un consumo voraz de productos inútiles.
Directos responsables de esta situación han sido quienes instrumentaron los medios de comunicación masivos para aniquilar la consciencia del Pueblo.
Es decir, se procuró motivar un consumo prescindible, excitando los sentidos. Ese sistema es incompatible con la forma nacional y social a la que aspiramos, en la que el hombre no puede ser utilizado como un instrumento de apetitos ajenos, sino como punto de partida de toda actividad creadora.
No se puede ignorar que el sistema empleado incrementa la demanda de bienes, provocando una actitud competitiva que incita al aumento de eficiencia. Es evidente, además, que ambos factores constituyen el impulso del progreso económico.
Pero una cosa es el progreso económico y otra muy diferente es el desarrollo social del país en pro de la felicidad del hombre que lo integra.
Es por eso que será necesario corregir ciertas pautas de consumo que no responden a las reales necesidades de nuestro Pueblo. Este necesita liberarse de los moldes prefabricados que hacen da la exhibición de bienes una cuestión de prestigio, premiando diversas formas de parasitismo social.
Precisamente el consumo artificialmente estimulado unido a la mentalidad competitiva ha actuado como factor desestimulante de determinaciones fundamentales de la creatividad del hombre, como son, por ejemplo, la ciencia y el arte. 
Los factores del cambio
No extraña, pues, que una evolución de valores vigentes hasta el momento, incluya el aprecio por "tener" y la "seguridad".
Sin embargo, el "querer seguridad" no implica necesariamente resistencia al cambio; sólo se oponen a él determinados grupos tradicionales de poder de la sociedad argentina.
La actitud frente al esfuerzo no se ha perdido, y tal vez sea este uno de los mejores capitales que importó el país con los inmigrantes que lo construyeron. Pero debemos emprender una buena organización que atienda a la realidad altamente compleja del sistema social dep país, que reactive apropiadamente el conjunto de elementos que entran en él, y que ofrezca resultados simples y adecuados a la concepción del ciudadano.
Pese a todo, es posible evaluar que  nuestra sociedad ha mantenido una alta capacidad de desarrollo interno. Configura una estructura moderna, en la cual la demanda de un cambio que reubique valores está adoptando ostensiblemente la forma de un mandato. 
En consecuencia, es preciso determinar los factores de cambio con los cuales pueda actuar nuestra comunidad en bien de su propio desarrollo social. Al respecto, se pueden contemplar varias posibilidades:

  • Confiar en la evolución espontánea del cuerpo social;
  • Procurar forma cruentas de cambio, confiando, por ejemplo, en el valor purificador de la destrucción, de la violencia y del caos;
  • Proponer una elaboración sistemática y racional, que permita fijar las cualidades que se anhelan para la comunidad argentina y comprometer el trabajo necesario para llevarla a cabo.
El proceso parece enseñar que librada la sociedad a una evolución espontánea, resulta inexorablemente víctima de pautas extremas. Permite concluir, asimismo, que las formas cruentas conducen a un estéril y doloroso sacrificio de vidas humanas. Por lo tanto, no tenemos derecho a eludir el compromiso ético e histórico de crear un modelo lúcido que no solo sirva a las generaciones adulta e intermedia, sino que constituya un eje de orientación para la juventud argentina. 
Naturalmente, la conformación del Modelo tendrá que tender hacia una síntesis entre lo que elaboramos racionalmente y lo que la propia comunidad quiera.
Insisto en que es fundamental determinar la forma de alcanzar el cambio deseado. Hace muchos años podía apelarse emotivamente a la Patria o a la tradición; mas tarde se apeló al bienestar. Ya eso no basta.
Hay que levantar ahora, además, y con gran vigor, el poder del espíritu y la idea, teniendo en cuenta que el bienestar material no debe aniquilar los básicos principios que hacen del hombre un ser libre, realizado en sociedad, y valorizado en su plena dignidad.
Para ello, entre otras medidas, debe limitarse el consumismo sofisticado, estableciendo el camino apropiado para reconstruir al hombre argentino. 
Debe ser valorizada en toda su intensidad la gran coincidencia expresada en la comunidad argentina en 1973: de un lado están los que quieren el cambio, y del otro están los que no lo quieren.
Los que quieren el cambio constituyen el 90 por ciento del país. En principio a ellos está destinado este Modelo, cuyo propósito es el de responder fielmente a un mandato otorgado en las urnas. 




domingo, 21 de julio de 2013

"El Proyecto Nacional - Mi testamento político" Juan Perón - En el Ámbito Económico

EN EL ÁMBITO ECONÓMICO

El país ha producido siempre en función del beneficio, sin disciplinar cabalmente su producción en función de las necesidades esenciales de la población.
Es indudable que se perdió tiempo y que los recursos no fueron convenientemente utilizados. 
Sin embargo, en la actualidad tenemos un ingreso por habitante razonablemente elevado y, además, el país se está industrializando aceleradamente. Esta realidad me permite afirmar que no somos un país subdesarrollado.
La distribución del ingreso familiar no es aún la más adecuada y mucho debe hacerse para vigorizarla. En realidad, hacia 1955 se había llegado a un nivel en la distribución y en la participación del salario en el ingreso nacional, que satisfacía las necesidades de la población.
Desde allí las soluciones económicas siguieron a las soluciones políticas y la participación del salario en el ingreso disminuyó.
Es imposible mantener una distribución socialmente aceptable si las decisiones económicas acompañan a la política social que se desea imponer. Cuando las decisiones económicas siguen un patrón inadecuado, la distribución del ingreso queda subordinado al mismo, mas allá de los buenos deseos de cualquier gobierno. En consecuencia, lo que llamamos "Justicia Social" también requiere para su materialización efectiva participación del gobierno y elevada eficiencia del mismo.
Se produjo, por otra parte, un decisivo retroceso en el terreno de las decisiones económicas.Hasta 1943, con industrialización incipiente, dichas decisiones estaban adaptadas a los intereses del campo. Buscamos establecer un sano equilibrio para promover la industrilización y una organización del poder de decisión para nuestro sector industrial. En 1955 no se había alcanzado a afirmar la existencia de un empresariado industrial argentino como factor contribuyente al desarrollo nacional, pero estaba en el camino. Desde entonces la industria creció con alto apoyo externo, pero el capital extranjero se concentró , en gran medida, en el aporte tecnológico y también en la compra de empresas existentes en el país. 
Debemos tener en claro que lo esencial con respecto a los objetivos que debe perseguir una actividad radicada en el país, es que éstos deberán atender tanto el aporte de la economía nacional como el beneficio del empresario. Esto debe definir una conducta coherente respecto de los intereses nacionales y los del empresariado. 
Pero si se trata de obtener tantos beneficios como sea posible, consolidando intereses que están en el exterior, los aporte a la economía nacional se alejarán considerablemente de lo que resulta conveniente para el país. 
En esta materia no basta con lograr soluciones apresuradas para las grandes cuestiones, pensando que todo lo demás ha de resolverse por sí solo. No basta tampoco con elaborar soluciones a medias, tomando decisiones sobre la inversión externa sin establecer claramente la actividad en la cual han de insertarse. Hay que establecer políticas diferenciales, en todos los campos, y fijar con precisión suficiente la forma de preservar los objetivos nacionales. 
También se comprueba que no hubo una conciencia adecuada sobre la utilización de los recursos financieros del país, por cuanto no se alcanzó a determinar con claridad si la masa de capital interno disponible posibilitaba el desarrollo y la expansión, o si era necesaria su incrementación con el aporte de capital extranjero para alcanzar tales objetivos.
Igualmente, es necesario tener en cuentaque no existe similitud entre concentración de capital y concentración empresaria. Esto debe conducirse armoniosamente de acuerdo con las reales necesidades nacionales. 
Analizando el proceso, se ve - en otro tipo de problemas - que cuando una sociedad incrementa el grado de sofisticación del consumo, aumenta a la vez su nivel de dependencia. Esto es, en gran medida, lo que ocurrió entre nosotros.
Por un lado, el ciudadano se ve forzado a pagar por la tecnología de lo banal; por otro, el país gasta en divisas en un consumo innecesario.
Pero a la vez, es impostergable expandir el consumo esencial de las familias de menor ingreso, atendiendo sus necesidades con sentido social y sin formas superfluas. Esta es la verdadera base que integra la demanda nacional, la cual es motor esencial del desarrollo económico.  
El proceso económico ha mostrado, además, que el país acumula más ahorro del que usa. En otras palabras, que lo que gana con sus exportaciones, excede a lo que necesita gastar a través de sus importaciones y otros conceptos. No obstante ello, tal posibilidad fue insuficientemente explotada, ya que a la par de incrementar la deuda pública no se alcanzó el desarrollo nacional requerido por el país. 
Tuvimos todo tipo de experiencias en este sentido y ahora, entre otras cosas, sabemos combatir establemente un mal como la inflación, y ello se consigue sólo cuando hay capacidad políticar para usar el remedio natural dado por una política de precios e ingresos.
Es evidente que las "recetas" internacionales que nos han sugerido bajar la demanda para detener la inflación, no condujeron sino a frenar el proceso y a mantener y aumentar la inflación. 
En esta cuestión no se acertaba con la solución adecuada. Por épocas se bajó la demanda pública a través de la contención del gasto-olvidando el sentido social del gasto público-; se bajó la demanda de las empresas a través de la restricción del crédito - olvidando también el papel generador de empleo que desempeña la expansión de las empresas-; y se bajó la demanda de los trabajadores a través de la baja del salario real.
Pero como al mismo tiempo no se adoptaban las medidas para que todos participaran en el sacrificio, en definitiva fueron las espaldas de los trabajadores las que soportaron el peso de estas políticas de represión de demanda para combatir la inflación que el país aceptó, y que repitió aunque su ineptitud quedó bien probada por la misma historia.
Es ésta una experiencia muy importante derivada de nuestro proceso y puesto que necesitamos evitar la inflación para seguir adelante con auténtica efectividad, debemos tenerla permanentemente en cuenta.
Por otra parte, se puede ver que hubo una insuficiente utilización de recursos, especialmente del recurso humano que ha sido deficientemente incorporado en los últimos lustros, de acuerdo con la evidencia surgida de las tasas de desempleo. Lo mismo aconteció con el recurso formidable que significa el capital intelectual científico y técnico nacional, emigrando por falta de oportunidades de trabajo en el país.
A esto se llegó por carecerse de planificación, ya que cuando se planifica adecuadamente, puede lograrse una utilización total de los recursos disponibles.
Para que la planificación sea efectiva no bastan los planes de mediano o largo plazo. Las decisiones concretas de política económica requieren también planes de corto plazo, que deben ser los reales propulsores de la actividad. Es a través de ellos que la coyuntura puede ser manejada en función de un verdadero valor de instrumento para conducir la economía en el mediano y largo plazo.
Realizada la planificación en tales términos, es posible actuar realmente con la eficiencia necesaria para lograr la mayor parte de la expansión física que el país debe producir año a año.
En gran medida, en los últimos lustros nos hemos manejado con nombres y no con programas; y-salvo en algunos períodos que deben ser rescatados por la seriedad de conducción- la política que resultó, ha sido de neto corte liberal
La conducción en el campo económico está en excelentes condiciones para alcanzar sus objetivos, cuando su contexto aparece definido en programas de acción claramente concebidos.
En última instancia, la experiencia de lo que hace a la planificación en este campo es también definitiva; el gobierno en lo económico no tiene otra forma de conducirse. La planificación es consecuencia necesaria de laganización, e instrumento para la conducción concreta.

   

viernes, 19 de julio de 2013

"El Proyecto Nacional - Mi Testamento Político" Juan Perón - 2-La Situación Histórica Argentina

Si queremos realizar entre todos un proyecto del país que anhelamos, creo necesario tomar previamente conciencia de nuestra situación actual. Por ese motivo, haré una breve reseña de la evolución histórica argentina en los diferentes ámbitos.

EN EL ÁMBITO POLÍTICO

En nuestro país se han dado dos procesos paralelos, íntimamente iterrelacionados, que el advenimiento del Gobierno Popular está frenando decididamente: una creciente intervención externa y una vacilante política interna. 
La intervención externa fue cambiando de forma a lo largo del tiempo consistiendo sus últimas exteriorizaciones en condicionamientos impuestos a nuestra libertad de decisión.
Por su parte, la vacilación política interna fue influida principalmente por los siguientes factores: 

  • Las plataformas políticas no siempre definieron fines conjuntamente con los medios para alcanzarlos. Esto trajo como consecuencia que los ciudadanos carecieran de la información completa para ejercer su derecho al voto y a la crítica constructiva de los actos de gobierno.
  • Se pretendió diluir el poder del Justicialismo acudiéndose a sistemas como el de la representación proporcional, estimulando el aumento de los partidos políticos y limitando la relevancia de cada uno de ellos: La proscripción se utilizó para contrarrestar la vigencia de los grandes movimientos nacionales. 
  •  La violencia fue ejercida para reprimir las corrientes que luchaban por un proceso transformador.
  • El concepto de democracia pocas veces fue debidamente especificado con claridad suficiente para que el Pueblo supiese de qué se trataba.
  • El nacionalismo fue declamado al tiempo que se destruía lo autóctono y copiaban apresuradamente moldes extranjeros reñidos con nuestra idiosincrasia.
  • La participación externa en las decisiones que afectaban al país fue creciendo consciente e inconscientemente
Sin embargo los valores permanentes afloran siempre. En el Pueblo Argentino estaba latente el sentimiento de independencia nacional, lo que tarde o temprano habría de provocar el enfrentamiento contra la distorsión del contenido social de la democracia y contra la tendencia a la desnacionalización progresiva. 
La historia se encarga de formular una severa advertencia a quienes pretenden debilitar la vigencia de los valores permanentes de un Pueblo. El intento de desvío no hace sino demorar el progreso de la Nación, pero no logra impedir esa realización que lleva consigo la supresión de cuanto obstáculo se le interponga.
En nuestra Patria, siguiendo el proceso natural de maduración política, fue aumentando la participación de los ciudadanos en las urnas. Con ello, las elecciones han adquirido un significado de legitimidad distinto al de la legalidad: hoy la elección legalmente realizada pero con alta abstención -cualquier sea la forma de tal abstención- es legal pero no otorga un poder legítimo. La legitimidad viene del Pueblo en su totalidad y no solamente de aquella parte del Pueblo que acepta reglas de juego que, como la proscripción, resringen la voluntad popular. Voto con proscripción puede otorgar legalidad; pero legitimidad nunca. 
Crecieron también la sensibilidad y la capacidad política al impulso de la mayor participación del ciudadano.
Pero esta mayor capacidad de intervención política de la ciudadanía, más allá de su participación en la urnas, fue bastante mal usada. Se pusieron frente a ella los árboles que no dejaron ver el bosque. Se saturó el panorama político nacional con cuestiones menores, y el ciudadano no llegó a formarse una concepción general de la problemática nacional que abarca suficientemente todos los campos de sus actividades. Así el Pueblo fue comprendiendo que no debía permanecer indiferente ante los problemas políticos nacionales y adoptó la decisión de ser protagonista de su historia, rompiendo con los esquemas tradicionales que intentaron relegarlo a la simple condición de espectador.    
El "cambio" ya no consiste en una abstracción vacía. El Pueblo todo quiere conocer el signo, el sentido y el contenido preciso de una expresión. Es que el Pueblo advierte con claridad que si el cambio no es nacional, no responderá a sus reales necesidades. 
Finalmente, cabe una reflexión respecto del poder de decisión: a lo largo de nuestra historia, dicho poder se ha ido limitando tejiéndose una red de compromisos políticos que representan a diferentes intereses.
Tales intereses pueden ser internos o externos. Si las alternativas son neocolonialismo o liberación, y si hemos optado por la liberación, el ajuste de ese poder es indispensable para lograr que responda a nuestros intereses. 
En lo político, liberación significa tener una Nación con suficiente capacidad de decisión propia, en lugar de una Nación que conserva las formas exteriores del poder, pero no su esencia. La Nación no se simula. Existe o no existe. 
En síntesis, el problema actual es eminentemente político y sin solución para otros sectores en particular.  

jueves, 18 de julio de 2013

"El Proyecto Nacional- Mi Testamento Político" Juan Perón - Antecedentes histórico-políticos que conducen al Modelo Argentino

De dos fuentes proviene el crecimiento económico de los países más avanzados. Por un lado, de sus propios recursos tecnológicos y acumulación de capital. Por el otro, del acceso a las riquezas y el trabajo de los países colonizados. 
El traspaso de las riquezas de estos últimos países a las grandes potencias, se efectuó de muy diversas formas. De acuerdo con las circunstancias, se utilizó desde el procedimiento de la apropiación física hasta el de la remesa de beneficios para las inversiones imperiales. pasando por las etapas intermedias de ambos extremos. 
De esa manera, muchos países colonizados expandieron su producto pero no su ingreso, mostrando al mismo tiempo un aparente progreso que, en realidad, encubría su miseria. 
Para mantener este sistema se necesitó de la dominación política. El arma empleada para ello, también se adecuó a las circunstancias. 
Fue así como se acudió al empleo de las fuerzas militares, en intervenciones directas o indirectas; al copamiento de  gobiernos o de sectores claves del país; a la complicidad de los grupos dirigentes; a la acción sutil de las organizaciones que sirvan a intereses supernacionales; a los empréstitos que bajo la forma de "ayudas" atan cada vez más a los países dependientes. Es decir, se recurrió a cuanto procedimiento fuera útil para los fines de dominación perseguidos. 
Esta ha sido una evolución particularmente notable del sistema imperialista durante casi todo el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. En su transcurso, las espaldas de los trabajadores de los pueblos sometidos - tanto del mundo oriental como del occidental - han sobrellevado, en buena medida, la carga del progreso de las metrópolis imperialistas. 
Pero la situación internacional está sufriendo profundas conmociones: los pueblos comienzan a despertar, motivando que los países dependientes se vean obligados a tomar partido frente a dos elecciones:

  • Por un lado, elegir entre neocolonialismo y liberación. Para nosotros la elección resulta obvia, y cuando dijimos que había que construir el "Tercer Mundo", no hicimos otra cosa que dar un nombre y un sentido al camino de liberación elegido.
  • Por el otro, se presenta la elección entre capitalismo y comunismo como opciones inevitables. Nosotros percibimos el error de considerar, como únicas alternativas, a dos posiciones extremas que han servido para la dominación. Así surgió la Tercera Posición.
Venimos sosteniendo estos conceptos desde hace tres décadas. Consecuente con ellos, Argentina inició un proceso de cooperación latinoamericana para lograr la liberación. Ya la idea de Comunidad Latinoamericana estaba en San Martín y Bolívar; ellos sembraron las grandes ideas y nosotros hemos perdido un siglo y medio vacilando en llevarlas a la práctica.
Ahora, para corregir el rumbo que equivocadamente tomamos, debemos profundizar, entre otros lazos de unión, como el firmado en Santiago de Chile, hace 25 años, entre èste país y la Argentina, estén abiertos a la adhesión de los demás países del área con la finalidad de alcanzar una integración económica sudamericana.
Este proceso arroja algunas enseñanzas en las siguientes consideraciones: 
Unión Latinoamericana: Cada país participa de un contexto internacional del que no puede sustraerse. Las influencias recíprocas son tan significativas que reducen las posibilidades de éxito en acciones aisladas. 
Es por ello que la Comunidad Latinoamericana debe retomar la creación de su propia historia, tal como lo vislumbró la clarividencia de nuestros libertadores, en lugar de conducirse por la historia que quieren crearle los mercaderes internos y externos. 
Lo repito una vez más: " El año 2000 nos encontrará unidos o dominados". Nuestra respuesta, contra la política de "dividir para reinar" debe ser la de construir la política de "unirnos para liberarnos"
Reacción Imperialista. Tenemos que admitir como lógica la acción de los imperialismos en procura de evitar que la unión de nuestros países se realice, ya que ello es opuesto a su interés económico y político.
En consecuencia, debemos admitir que la lucha es necesaria. Pero nosotros también aprendimos a reducir el costo social de la lucha. 
La Cruel Realidad de los Imperialismos:  Cuando se expresaba, hace algunos años, que "el imperialismo no perdona", se estaba también afirmando que ningún imperialismo perdona. La experiencia de la década del 60 ha sido suficientemente dura en estos aspectos, y el mundo aprendió mucho de ella.
Las invasiones militares en que los dos imperialismos han incurrido en los últimos 15 años, a contratiempo de la historia, han constituído un poderoso factor para que el Tercer Mundo asuma la necesidad de su autodefensa. 
Además, esto evidencia la creación de un derecho no escrito, en el plano mundial, que fortifica los principios de autodeterminación y de no intervención de los pueblos. Ello tendrá, tarde o temprano, que encontrar el eco adecuado en las Naciones Unidas para que éstas adquieran un efectivo poder de arbitraje.
Autodestrucción de los Imperios: Las coaliciones imperialistas no impiden que se cumpla una constante histórica: los imperios se autodestruyen. Ya están a la vista algunos signos de una seria pérdida de la capacidad hegemónica en los imperialismos hasta ayer dominantes. 
Complicidad de Sectores Internos: Surge, también, una experiencia importante para nuestros países: hay sectores internos cuyos objetivos coinciden con los de los imperialismos. Obviamente, la capacidad de decisión de estos sectores debe ser debilitada o anulada. 
Imperialismo y Tercer Mundo: La dinámica mundial no obedece sólo a los designios de los poderosos. Ahora responde a una articulación que encuentra imperialismos por un lado y Tercer Mundo por el otro. 
Repito en este aspecto: las ideologías van siendo superadas por las necesidades de la lucha por la liberación.
El Tipo de Democracia:  No siempre los países han definido con exactitud la democracia que desean, ni han calificado la democracia en la cual viven. Hemos aprendido que ocultar el tipo de democracia que se quiere, constituye la mejor manera de preservar el tipo de democracia que quieren los demás. 
El Egoísmo y la Sociedad Competitiva: En el transcurso del tiempo, hemos venido progresando de manera gigantesca en el orden material y científico, pero veinte siglos de cristianismo parecen no haber logrado, suficientemente, hasta ahora, la superación del egoísmo como factor motriz del desarrollo de los pueblos. La sociedad competitiva es su consecuencia. 
Esto arroja luz sobre el hecho de que la cooperación y la solidaridad son elementos básicos a considerar en el futuro. 
El Materialismo: El pragmatismo ha sido el motor del progreso económico. Pero también hemos aprendido que una de las características de este proceso ha sido la de reducir la vida interior del hombre, presumiéndose de pasar de un idealismo riguroso a un materialismo utilitario. 
El mundo debe salir de una etapa egoísta y pensar más en las necesidades y esperanzas de la comunidad. Lo que importa hoy es persistir en ese principio de justicia, para recuperar el sentido de la vida y para devolver al hombre su valor absoluto. 
Necesidad de una Ética : La historia nos indica que es imprescindiblemente necesario promover la ética individual primero, desarrollar después la consecuente conducta social y desprender finalmente de ellas la conducta económica. La libertad se instala en los pueblos que poseen una ética y es ocasional donde esa ética falta.
Pensamiento y Acción: No puede haber divorcio alguno entre el pensamiento y la acción, mientras la sociedad y el hombre se enfrenten con la actual crisis de valores, acaso una de las más profundas de cantas se hayan registrado. Es posible que el pensamiento haya perdido, en los últimos tiempos, contacto directo con las realidades del devenir histórico. Pero es cierto también que ha llegado "la Hora de los Pueblos" y que ella exige "un pensamiento en acción"
El Imperativo de la Comunidad Organizada : Es por esto que las grandes alternativas que presenta la historia a nuestro país, terminan deduciéndose y no postulándose. Como deducción de la experiencia que viene de la historia, cada día se ahonda más el imperativo moderno de la Comunidad Organizada como punto de partida de toda idea de formación y consolidación de las nacionalidades. 
Tercer Mundo y Tercera Posición : Asimismo, se deduce la consolidación del Tercer Mundo y la Tercera Posición como resultantes históricas definidas. La Tercera Posición como unidad conceptual, y el Tercer Mundo, como entidad política.
Sectarismo y Liberación: Finalmente, la más importante de las enseñanzas, es la revelación de que los sectarismos no nos conducirán jamás a la liberación. Las diferencias de ideas son positivas en tanto estén abiertas a la confrontación sincera y honesta en busca de la verdad.
Encerrarnos en nuestras ideas y procurar imponerlas por el peso de una fuerza circunstancial, significaría caer en el mismo error por el que han transitado aquellos a quienes hoy enfrentamos.  
   

miércoles, 17 de julio de 2013

"El Proyecto Nacional . Mi testamento político" Juan Perón.. Prólogo y 1ª Parte

Prólogo

Treinta años de lucha política por el país, en el pensamiento, la acción y la reflexión, me han suscitado la convicción de que nuestra Argentina necesita definir y escribir un Proyecto Nacional. Este Proyecto tiene que ser verdaderamente "nacional"; vale decir, realizado por el país. 
En consecuencia, todos los sectores políticos y sociales y todos los ciudadanos, tienen el deber cívico y moral de aportar su idea. 
Para cumplir con este deber, hoy entrego al país este trabajo al que denomino "Modelo Argentino". Están aquí sistematizados los pensamientos de una vida de servicio, en la forma más sencilla en que ellos pueden ofrecerse al Pueblo.
Las inevitables imperfecciones de la obra humana que este Modelo Argentino signifique, me han sugerido también la necesidad de considerarlo como una propuesta de lineamientos generales, antes que de soluciones definitivas.
Su discusión esclarecedora por parte de todos los grupos representativos de nuestra comunidad, posibilitará establecer el camino más acertado para alcanzar los propios objetivos nacionales. Ella contribuirá, a su vez, a profundizar este Modelo para que de él surja lo que deberá ser nuestro Proyecto Nacional.
El Modelo Argentino se constituirá también en un importante elemento de juicio a ser considerado en la Reforma de nuestra Constitución Nacional, toda vez que su contenido reflejará el sentir de la inmensa mayoría de los argentinos. 
Invité a todos a participar de la doble empresa: analizar este Modelo Argentino y elaborar su propia expresión de nuestro Proyecto Nacional. 
Hasta aquí el aporte del ciudadano. El del gobernante será crear el Consejo para el Proyecto Nacional, a fin de que la participación del ciudadano, de los grupos sociales y partidos políticos, tenga un cauce institucionalizado para posibilitar que toda idea útil se aproveche y preservar permanentemente el Modelo, ajustándolo a la realidad de un mundo en constante evolución.
Sólo la idea vence al tiempo. Hagamos de ella nuestro medio esencial para la lucha interna; institucionalicemos la lucha por la idea y usemos todo nuestro patriotismo para dar más potencia a la institucionalización de este proceso nacional.
El mundo será universalista; la organización de los países del Tercer Mundo constituye una forma de tránsito necesario hacia un universalismo justo; la etapa del continentalismo, a su vez, es un camino para ambas cosas. 
Nuestra Argentina tiene que tener un papel activo y relevante en todo este proceso y no debe seguir resignadamente lo que elaboren los demás.
Tanto el incentivo interno de nuestra propia responsabilidad para con el país y sus hijos, como el devenir histórico del mundo en su totalidad, nos convencen de la necesidad de elaborar nuestro propio modelo. 
No necesitamos soportar agresiones que actúan como factor desencadenante de nuestra acción creativa. Nos basta con nuestra capacidad para ver el futuro.
Tal vez éste sea uno de los mayores aportes que puedo hacer a mi Patria. Sólo con su entrega, me siento reconfortado y agradecido de haber nacido en esta tierra argentina.
                                                            Juan D. Perón 

PRIMERA PARTE : FUNDAMENTACIÓN

CONCEPTO DEL MODELO ARGENTINO


Cuando pienso en los acontecimientos cruciales de la historia del país, encuentro en ellos las huellas profundas de una toma de conciencia verdaderamente nacional.
Este proceso se ha distinguido por una denodada pugna entre esa creciente conciencia y las fuerzas que han tratado de impedir implacablemente su libre expresión.
El Modelo Argentino pretende ser, precisamente, la interpretación de esa conciencia nacional en procura de encontrar su cauce definitivo.

1 - Ideología y Doctrina Nacional 

Nuestra Patria necesita imperiosamente una ideología creativa que marque con claridad el rumbo a seguir y una doctrina que sistematice los principios fundamentales de esa ideología.
Para ello debemos tener en cuenta que la conformación ideológica de un país proviene de la adopción de una ideología foránea o de su propia creación. Con respecto a la importación de ideologías- directamente o adecuándolas - se alimenta un vicio de origen y es insuficiente para satisfacer las necesidades espirituales de nuestro Pueblo y del país como unidad jurídicamente constituída.
El mundo nos ha ofrecido dos posibilidades extremas: el capitalismo y el comunismo. Interpreto que ambas carecen de los valores sustanciales que permiten concebirlas como únicas alternativas histórico-políticas. Paralelamente, la concepción cristiana presenta otra posibilidad, pero sin una versión política, suficiente para el ejercicio efectivo del gobierno.
Los argentinos tenemos una larga experiencia en esto de importar ideologías, ya sea en forma total o parcial. Es contra ésta actitud que ha debido enfrentarse permanentemente nuestra conciencia. Las bases fértiles para la concepción de una ideología nacional coherente con nuestro espíritu argentino, han surgido del mismo seno de nuestra Patria. 
El Pueblo, fuente de permanente creación y autoperfeccionamiento, estaba preparado hace treinta años para conformar una ideología nacional, social y cristiana. 
Sin embargo, no fuimos comprendidos cuando, respondiendo a esa particular exigencia histórica, propugnamos la justicia social como inmanente al ser nacional, a pesar de que la justicia social está en la base de la doctrina cristiana que surgió en el mundo hace 2.000 años.
Al calor de intereses políticos y económicos se originaron numerosos equívocos-como la identificación de la democracia con el liberalismo- promoviendo confusiones ideológicas que, en su momento, configuraron el marco necesario para el mantenimiento de intereses imperialistas. 
No obstante, esa ideología intrínsecamente argentina, y la consecuente doctrina, crecieron en la conciencia del Pueblo. El Modelo Argentino no quiere ser otra cosa que la expresión representativa y la síntesis prospectiva de una ideología y una doctrina nacionales.
La creación ha nacido del Pueblo y el ciudadano que ofrece hoy el presente conjunto de ideas, valores y objetivos concretados bajo el nombre de Modelo Argentino, tal vez no tenga otra virtud que la de haber querido o interpretado la voluntad de ese Pueblo. 
Es por eso que este Modelo no es una construcción intelectual surgida de minorías, sino una sistematización orgánica de ideas básicas desarrolladas a lo largo de treinta años. Ahora es posible ofrecer este Modelo al país, después que la representación popular ha sido reimplantada. 
Si el Modelo Argentino encarna la voluntad de nuestro Pueblo, será auténtico. Si es auténtico, será útil a la Patria. Y si es útil, cumplirá su propósito histórico.

2 - El Modelo Argentino y el Justicialismo 

El Justicialismo es el resultado de un conjunto de ideas y valores que no se postulan: se deducen y se obtienen del ser de nuestro propio Pueblo. Es como el Pueblo: nacional, social y cristiano.
Hace muchos años anuncié tales características del Justicialismo, prácticamente en estos mismos términos, y afirmé su sentido al expresar que " el Justicialismo es una filosofía de la vida, simple, práctica, popular, profundamente cristiana y profundamente humanista".
Esta búsqueda de respuestas a las necesidades integrales del país, que parten de una clara ideología, comenzó en la década de los años 40. El 1º de Mayo de 1948 la posición fue llamada "Justicialismo", abriéndose así las posibilidades de una liberación conceptual en la que intervengan mandatarios, líderes, políticos y Pueblo.
La aparición y la evolución de la concepción Justicialista es la del desarrollo histórico natural de nuestras ideas, y es patrimonio de todo el Pueblo argentino, en esa medida, el ideólogo es sólo un intérprete.
No obstante en nuestro país todavía persisten muchos esclavos de la injusticia y de la inseguridad. Ni la justicia social ni la libertad-recíprocamente apoyadas- son comprensibles en una comunidad integrada por hombres que no se han realizado plenamente en su condición humana. 
Es por eso que el Justicialismo quiere para el hombre argentino :

  • Que se realice en sociedad, armonizando los valores espirituales con los materiales y los derechos del individuo con los derechos de la sociedad
  • Que haga una ética de su responsabilidad social;
  • Que se desenvuelva en plena libertad en un ámbito de justicia social;
  • Que esa justicia social esté fundada en la ley del corazón y la solidaridad del Pueblo, antes que en la ley fría y exterior;
  • Que tal solidaridad sea asumida por todos los argentinos, sobre la base de compartir los beneficios y los sacrificios equitativamente distribuídos;
  • Que comprenda a la Nación como unidad abierta generosamente con espíritu universalista, pero conciente de su propia identidad.
He dicho una vez que la comunidad a la que aspiramos es aquella donde la libertad, la justicia y la responsabilidad son fundamentos de una alegría de ser, basada en la certeza de la propia dignidad. En tal comunidad el individuo posee realmente algo que ofrecer e integrar al bien general, y no sólo su presencia muda y temerosa.
Nosotros creemos en la comunidad, pero en la base de esa convicción se conserva un profundo respeto por la individualidad y su raíz es una suprema fe en el tesoro que el hombre representa, por el sólo hecho de su existencia.
Cuando en la 2ª Guerra Mundial las dos potencias ideológicas opuestas se unieron para terminar con un tercer grupo de países en discordia con el orden imperante, Argentina no se sometió.
Nuestra rebelión fue entonces como sigue siendo ahora, una cuestión de personalidad y de dignidad social.
Para no someterse, había que crear una respuesta diferente, propia, argentina. Esa respuesta fue el Justicialismo. Pero como un Modelo que aspire a servir seriamente al país, sólo puede ofrecerse después de un período histórico de prueba, hubo que esperar tres décadas para poder elaborar la expresión, ya más formalizada, de una ideología, a fin de entregarla ahora a la fuerza creativa de nuestra nacionalidad.

OBJETIVOS DEL MODELO ARGENTINO

1 - Un ámbito de Coincidencia Nacional 

El primer objetivo del Modelo Argentino consiste en ofrecer un amplio ámbito de coincidencia para que de una vez por todas los argentinos clausuremos la discusión acerca de aquellos aspectos sobre los cuales ya deberíamos estar de acuerdo.
Es imprescindible que mis conciudadanos comprendan que la presencia central del Justicialismo en un Modelo que deseo para todos los argentinos, sin exclusiones de sectores, no responde al intento de forzar una indebida generalización de principios meramente partidarios. Si acudo a la respuesta justicialista no es por sectarismo o personalismo; estoy lejos de una actitud semejante.
La fundamentación justicialista no se incorpora por reflejar un sector parcial de opinión ideológica-política, sino por razones de índole totalmente diferente.
En primer lugar, porque encarna principios permanentes emanados de la esencia misma del hombre. En segunda instancia, porque el Pueblo ha impregnado al Justicialismo de las constantes básicas de nuestra nacionalidad. Por último, como Tercera Posición, porque define una histórica determinación de autonomía e identidad nacional. Sin tales principios y constantes, sin esa identidad, no hay posiblidad de conformar un Modelo en el cual cada argentino que ama a su Patria se reconozca.
Estos motivos me alientan en la aspiración de obtener la coincidencia necesaria para trazar una política nacional.
La grandeza del país y la felicidad del Pueblo argentino, son dos objetivos que, a mi juicio, deben guiar nuestro pensamiento y acción. 
Partiendo de esta premisa podemos empezar a construir. Sólo necesitamos unanimidad conceptual para hacer lo que la mayoría decida. Por eso, las grandes líneas de coincidencia pueden nacer únicamente del Pueblo, manifestándose en sus representantes a través de organizaciones de pacífica convivencia republicana.
Si se quiere salvaguardar la Nación que hemos recibido y seguir adelante en el proceso de preservarla y depurarla, o se usa la política de la fuerza, o bien se elabora la fuerza necesaria para respaldar una política.
Una Argentina de felicidad y de grandeza admite únicamente la segunda alternativa. Necesitamos pues, crear la fuerza requerida para sustentar una política nacional.
Es ésta la hora de su realización. Tengamos en cuenta el ejemplo que nos muestra el mundo, en el que está ganando terreno la idea de que el bienestar de los Pueblos se halla por encima de las concepciones políticas dogmáticas. Esto origina un campo de mutuo respeto, que parece nutrirse en bases de civilización, de comprensión y de tolerancia hacia las ideas de los demás. 
No tengo dudas que éste es un momento crucial de nuestra Patria; o profundizamos las coincidencias para emprender la formidable empresa de clarificar y edificar una Gran Nación, o continuamos paralizados en una absurda intolerancia que nos conducirá a una definitiva frustración. 

2 - La futura Comunidad Argentina  

El segundo de los objetivos radica en concretar el ámbito de consenso, configurando los caracteres que los argentinos anhelamos para nuestra comunidad del futuro.
Todo país se enfrenta, en algún momento de su historia, con la obligación de definir principios, valores y conductas generales, pero también caracteres que perfilen y recorten su nacionalidad. Corresponde a un Modelo la estructuración de estas propiedades que no hacen más que traducir la idiosincracia del Pueblo.
La carencia de un Modelo de referencia ha causado, en nuestro país, graves efectos sociales económicos y, particularmente, políticos. Ha llegado el momento de tomar conciencia de que en la Argentina nadie tiene el derecho de esperar que la sociedad madure por sí sola.
Los argentimos intuimos ya que no es posible insistir en nuestras vacilaciones : la historia reclama de nosotros la consolidación de una fisonomía nacional.
Para ello, corresponde al Modelo Argentino reformar la forma socio-política que satisfaga a todo el país. 
Estoy convencido que sólo la comunidad argentina puede proporcionar el juicio definitivo sobre las cualidades que para ella se anhelan. Es mi deso que todos mis conciudadanos consideren este Modelo como una propuesta inicial; ya que las generaciones que nos siguen, a través de un diálogo franco en el que participen todos los entes representativos de la comunidad, han de asumir la patriótica misión de perfeccionarlo.
Alguna vez prediqué la armonía como categoría fundamental de la existencia humana; sigo creyendo en ella como condición inalienable para la configuración de la Argentina que todos anhelamos. Esa básica consonancia excluye la violencia e implica comprender que el único camino para la construcción fértil es partir de ideas, valores y principios, cuya práctica concreta no cercene el cauce de la paz. Esto no distorsiona en absoluto la vocación de cambiar del Justicialismo, concretada en este Modelo Argentino, ya he afirmado que la doctrina es revolucionaria en su concepción, pero pacífica en su realización.
No puede persistir duda alguna acerca de los caracteres buscados; se trata de una democracia social que, como se verá más adelante, será una estructura político-social absolutamente coherente con los principios esenciales de la Comunidad Organizada. 
Cuando utilizo la palabra "social", estoy pensando en una democracia en la que cada integrante de la comunidad pueda realizarse con la única condición de poseer idoneidad y condiciones morales indispensables para aquello a que aspira. En este sentido, la forma de gobierno que sirve a la democracia social resulta ser "Representativa, Republicana, Federal y Social".
Todo lo que acabo de expresar no es más que otra forma de decir que seguimos deseando fervorosamente una Argentina socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana. 
Se conecta estrechamente con lo expuesto el hecho de que el Modelo define asi mismo una clara dimensión ética que no es otra cosa que un llamado a la autonomía de la conciencia moral. Hace años sostuve que el vertiginoso progreso material de nuestro tiempo lanzó al hombre fuera de si mismo sin proporcionarle paralelamente una plena conciencia de su personalidad.
Por eso, en el camino de la consolidación de la comunidad argentina desempeña un papel primordial la propuesta de un esquema de valores morales y espirituales, que confiere al Pueblo la templanza que el futuro de la Nación requiere.
Resultará necesario precisar el nivel de nuestras aspiraciones respecto de la futura sociedad argentina; sólo así se estará en condiciones de clarificar la concepción estratégica que deberemos adoptar para hacer realidad lo que todo hombre de bien, nacido en esta Patria, espera:" una Argentina íntegra, cabalmente dueña de su insobornable identidad nacional" 

3 - Orientación para las Distintas áreas 

Los objetivos anteriormente delineados asocian al Modelo Argentino con valores, principios y caracteres tanto de estructura permanente y universal, como de perfiles intrínsecamente nacionales. 
Si allí finalizara nuestro propósito no iríamos mas allá de un lineamiento teórico y normativo de carácter general que no contemplaría la creciente complejidad de una comunidad orgánicamente constituída. Quiere decir que, tal conjunto de verdades, adquiere una fisonomía específica y diferente en los distintos ámbitos de la vida nacional, así como una proyección igualmente específica. 
Con la mirada orientada hacia el futuro, es necesario identificar cuál es la medida en que cada una de las áreas de la sociedad argentina puede participar del Modelo, y es preciso definir de qué forma aquellos principios, valores y caracteres cobran una dimensión particular, aunque interrelacionada, en cada ámbito del quehacer nacional.
Para que cada ciudadano se reconozca en el Modelo, es imprescindible que éste no naufrague en abstracciones, sino que aquello que define y propone, cobre realidad en cada una de las áreas de la comunidad, pues es a través de su área de competencia que el ciudadano se inserta en su Patria y la siente como propia.
Tengo la convicción de que la transformación de la comunidad argentina sólo podrá lograrse mediante una adecuada conjunción de resultados eficientes en todos los campos del quehacer nacional.

4. Guía Programática y Político-Administrativa

A la luz de este objetivo, el Modelo Argentino debe conformar un sustrato programático superior, orientativo de la conducción.
Creo que no podemos detenernos en discutir si es más aconsejable la programación que el desarrollo espontáneo, porque la segunda alternativa implica dejar a la sociedad librada a sus propias fuerzas, y es, por ello, terreno fértil para distorsiones neocolonialistas.
Al hacer referencia a la conducción debe tomarse en cuenta que la conducción política se diferencia del gobierno político-administrativo.
La conducción política es una materia indelegable de quien ejerza la Primera Magistratura, y ella da sustento a la capacidad de hacer en lo político-administrativo.
Lo político-administrativo corresponde a las decisiones y acciones que e adopten a través de los mecanismos corrientes del gobierno.
Las condiciones objetivas que hacen a la conducción superior, implican que nadie puede gobernar sin el apoyo del Pueblo y no de determinados gobiernos, ni de minorías intelectuales. 
El Modelo Argentino quiere servir a estos dos ámbitos de conducción superior, en estrecha conexión con una orientación programática lúcida y precisa. 

5. La Liberación y la Integración  


Afirmé anteriormente que la importación de ideologías alimenta un vicio de origen. 
Detengámonos en este problema. Si una ideología no resulta naturalmente del proceso histórico de un Pueblo, mal puede pretender que ese Pueblo la admita, como representativa de su destino. Este es el primer motivo por el cual nuestro Modelo no puede optar ni por el capitalismo liberal, ni por el comunismo.
Pero es evidente que la cuestión, como lo he repetido en numerosas oportunidades, no se reduce a la elección o configuración de una ideología y una doctrina que perfilan la identidad de nuestro Pueblo, porque tal identidad se diluye sin una firme decisión de autonomía nacional. 
El rechazo de las posibilidades extremas que nos brindan el capitalismo y el comunismo, no sólo se fundamentan en la desconexión con la estructura íntima de nuestra nacionalidad, sino también en el hecho de que su adopción implica servir automáticamente al neocolonialismo, sea cual fuere su signo doctrinario.
Optar por Modelo Argentino equidistante de las viejas ideologías es, consecuentemente, decidirse por la liberación. Por más coherencia que exhiba un modelo, no será argentino si no se inserta en el camino de la liberación.
Me parece innecesario insistir en un hecho evidente: estamos en esta lucha, aunque cada pueblo debe dar, frente a la historia, la respuesta que emana de su esencia. 
Es por eso que la progresiva transformación de nuestra Patria para lograr la liberación debe, paralelamente, preparar al país para participar de dos procesos que ya se perfilan con un vigor incontenible: la integración continental y la integración universalista. 
Si aisláramos nuestra respuesta, la comunidad por la que luchamos quedaría a espaldas de un destino superior que espera a todos los hombres que en el mundo comparten ideales de Justicia y Verdad.